jueves, 30 de abril de 2009

Chau número tres

Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres.

Sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
segura sin seguro.

Te dejo frente al mar
descifrándote sola
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota.

Te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía.

Pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono.

Estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos.

Estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra.

Estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen.

Y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote.

de Mario Benedetti


Miss X

Miss X, sí, la menuda Miss Equis,
llegó, por fin, a mi esperanza:
alrededor de sus ojos,
breve, infinita, sin saber nada.
Es ágil y limpia como el viento
tierno de la madrugada,
alegre y suave y honda
como la yerba bajo el agua.
Se pone triste a veces
con esa tristeza mural que en su cara
hace ídolos rápidos
y dibuja preocupados fantasmas.
Yo creo que es como una niña
preguntándole cosas a una anciana,
como un burrito atolondrado
entrando a una ciudad, lleno de paja.
Tiene también una mujer madura
que le asusta de pronto la mirada
y se le mueve dentro y le deshace
a mordidas de llanto las entrañas.
Miss X, sí, la que me ríe
y no quiere decir cómo se llama,
me ha dicho ahora, de pie sobre su sombra,
que me ama pero que no me ama.
Yo la dejo que mueva la cabeza
diciendo no y no, que así me cansa,
y mi beso en su mano le germina
bajo la piel en paz semilla de alas.
Ayer la luz estuvo
todo el día mojada,
y Miss X salió con una capa
sobre sus hombros, leve, enamorada.
Nunca ha sido tan niña, nunca
amante en el tiempo tan amada.
El pelo le cayó sobre la frente,
sobre sus ojos, mi alma.

La tomé de la mano, y anduvimos
toda la tarde de agua.

¡Ah, Miss X, Miss X, escondida
flor del alba!

Usted no la amará, señor, no sabe.
Yo la veré mañana.

de Jaime Sabines

dos de mis poemas favoritos, de mis autores favoritos



Estoy en el callejón más obscuro de mi corazón, lamiendo el cuello de una botella, tomándome la inspiración, con los humos del alcohol me quiero ir a las estrellas.
El tequila tiene poesía, y el cigarro tiene canción, el sax tiene melancolía y yo no tengo corazón, yo solo soy una botella vacía, un vaso roto en las manos de una estatua.
Y ya no puedo ir para abajo, porque yo ya toque el fondo, me costó mucho trabajo, para llegar a lo más hondo.
En la esquina de este lugar la abstinencia se me olvida, la gente empieza a llegar, copas, fajes, desengaños, rostros de felicidad.
Y yo solo soy una silueta viva, un ángel descalabrado por la piedra del destino, por vivir de madrugada.
Y ya no puedo ir para abajo, porque yo ya toque el fondo.
rb

cambio de animo
eso es lo que los bipolares hacen

de vuelta a escuchar a los tigres del norte

arráncame la vida de una vez
señor locutor, hágame un gran favor, póngame una canción que no hable de amor

30a9

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